(Carmen Álvarez Domínguez, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja).- Los menores de 12 años tienen bajo riesgo de infectarse con SARS-CoV-2. De hecho, en España, desde el inicio de la pandemia, solo han muerto 16 niños menores de 10 años de un total de 85.067 fallecidos oficiales. En Estados Unidos las cifras son parecidas: 420 niños menores de 10 años fallecidos de un total de 653.000 muertes por covid-19.
Estos datos reflejan que la virulencia del SARS-CoV-2 en niños es muy baja. Pero no significa que no se puedan infectar. Es más, se calcula que los niños representan el 15 % de los casos actuales de COVID-19 y que, para colmo, tienen altas cargas virales. Por lo tanto, aunque la gravedad de la infección en los menores de 12 años es baja y la mayoría son asintomáticos, los niños pueden transmitir la enfermedad. De ahí la importancia de vacunarles.
Todo apunta a que, para los menores de 12 años, se optará por las vacunas mRNA de las compañías Pfizer o Moderna, aprobadas para los jóvenes de entre 12 y 18 años en mayo de este mismo año. De hecho, ambas farmacéuticas comenzaron el ensayo clínico en niños entre 5 y 11 años en junio. En total reclutaron 4.800 voluntarios, de los que 560 eran españoles, pacientes del Hospital 12 de Octubre, el Hospital Clínico de Santiago, el IHP Centro de Especialidades Pediátricas de Sevilla y el hospital Sant Joan de Deu en Barcelona.
Es esperable que al menos Pfizer comunique los resultados a la agencia del medicamento americana durante los meses de septiembre u octubre. Si la evaluación es positiva, será aprobada y examinada por la agencia europea casi simultáneamente.
Lo primero es calcular la dosis inmunogénica
¿Qué variables se han evaluado en el ensayo clínico con niños? La primera variable y más importante ha sido la dosis. Dado que el grupo de edad entre 5 y 11 años es muy heterogéneo, es importante calcular qué dosis es la más inmunogénica, es decir, la que daba una mayor respuesta inmunológica al antígeno de la vacuna con los mínimos efectos secundarios.
Por parte de Pfizer se han examinado tres dosis: la misma que en adultos, la aprobada para el grupo entre 12 y 18 años, un tercio de esta dosis y un décimo.
La segunda variable son los efectos secundarios ya descritos en los jóvenes o adolescentes. Los hay leves, como dolor de cabeza, dolor muscular, escalofríos, dolor en las articulaciones, febrículas o dolor en el punto de vacunación (habitualmente, la parte alta externa del brazo). Pero también graves, como posibles miocarditis o pericarditis.
Los primeros datos de los voluntarios en el Hospital 12 de octubre parecen muy alentadores, con menos efectos secundarios que los adultos y bastante más leves.
¿Cuándo empezará la vacunación?
¿Qué hoja de ruta se contempla? Como aún no se han enviado los resultados de este ensayo clínico a las agencias del medicamento, la vacunación del grupo de edad de 5 a 11 años no será antes de noviembre o diciembre de este año, siendo comienzos de 2022 la fecha más factible.
Lo bueno es que, dado que los protocolos de vacunación están puestos a punto para la población joven y, tras el éxito que ha tenido su vacunación en nuestro país –más del 75 % de jóvenes entre 12 y 18 años vacunados en un mes–, es previsible que la vacunación de los niños siga el mismo patrón.
Con estas perspectivas en la mente surgen varias preguntas:
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¿Es necesario vacunar a este sector de la población para estar protegidos como sociedad?
Dado que la variante delta del virus SARS-CoV-2 es entre dos y tres veces más contagiosa que otras variantes anteriores, como la alfa o la beta; dado que algunos datos sugieren que esta variante puede causar una enfermedad más grave que las cepas anteriores en personas no vacunadas, y dado que las personas no vacunadas siguen siendo el mayor grupo de preocupación y que el riesgo de transmisión más alto se da entre personas no vacunadas, sí es pertinente vacunar a los niños.
Además, si es cierta la previsión de que para alcanzar la inmunidad de grupo se necesita vacunar al 90 % de la población, resulta que el grupo de 5 a 11 años representa en España un 11 % (5 millones).
A esto se le suma que algunos científicos –sobre todo los del grupo de la vacuna de Oxford– apuntan que la alta transmisión de la variante delta hace que la vacuna no esté impidiendo la transmisión de esta variante. Dado que una vacunación total de la población podría permitir que los niveles de virus replicativos se redujeran globalmente, no queda otra que vacunar a la población infantil.
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¿Qué papel juega la inmunidad cruzada de los niños que han recibido recientemente otras vacunas?
Al principio se creía que la exposición de los niños a muchos virus les podía proporcionar cierta inmunidad cruzada natural frente a COVID-19. Dicho de otro modo: que las defensas y anticuerpos producidos para combatir otros virus podían “reutilizarse” para el SARS-CoV-2 de forma efectiva.
Sin embargo, la realidad es que los niños ni se infectan menos ni tienen menos carga viral que los adultos. Su caso no parece ser de inmunidad cruzada. La posible explicación a su respuesta diferente puede estar en la inmunidad innata, que es la primera respuesta del organismo ante un patógeno. Se ha visto que los niños tienen niveles mucho más altos de proteínas responsables de la inmunidad innata y una mayor expresión de los genes que codifican estas proteínas, que se denominan interferones e interleucinas.
La conclusión más directa es que lo que diferencia a los niños de los adultos es su rápida respuesta de inmunidad innata frente a los virus, que tarda mucho más tiempo en establecerse en los adultos y que en COVID-19 es fundamental. El hecho de que las vacunas en general potencien también la respuesta inmune innata sugiere que vacunar a los niños puede beneficiar al reducir el número de virus en la población general y es otro punto positivo para considerar su vacunación.
En definitiva, la vacunación de los niños no solo tiene más beneficios que riesgos, sino que nos ayudará a encauzar esta pandemia de otra forma.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.