Frutas y verduras de kilómetro cero en el Mercado de Catarroja
Frutas y verduras de kilómetro cero en el Mercado de Catarroja

Con la llegada de septiembre, los días se acortan, la rutina vuelve y también surge la necesidad de retomar los buenos hábitos tras los excesos del verano. La alimentación juega un papel esencial en este proceso, no solo se trata de contar calorías, sino de elegir productos que aporten vitalidad, sabor y calidad. En el mercado de Catarroja, la parada «Sabores«, regentada por Gema Álvarez, se convierte en un ejemplo de lo que significa comprar con conciencia, alimentos de proximidad, cultivados en la huerta valenciana y llenos de nutrientes.

Una cesta que habla de tradición y frescura

La compra comienza con frutas tan singulares como el jínjol, una fruta cada vez más difícil de encontrar en València por la escasez de árboles. Su dulzor y textura los convierten en un descubrimiento para quienes no los han probado nunca. A esta joya se suman las peras de Rincón de Soto, maduradas en el árbol y con un sabor pleno, y los melocotones de Calanda, de Aragón, conocidos por su carne firme y aroma intenso.

También aparecen los paraguayos, una variedad similar al melocotón pero con una textura más suave y jugosa, que poco a poco va despidiéndose de la temporada. Las uvas Rosetti del Vinalopó, con racimos generosos y dulces, y los arándanos cultivados en la provincia de València, grandes y sabrosos, completan la propuesta frutal, perfecta tanto para postres como para desayunos energéticos.

La cesta no estaría completa sin verduras frescas. Destacan los tomates de Albuixech, que se cultivan con el mínimo tratamiento posible para conservar el sabor auténtico de la planta y llegan al mercado ya maduros, listos para ensaladas o guisos. La lechuga del terreno, habitualmente cosechada en primavera, también se encuentra gracias al clima favorable, ofreciendo una textura crujiente y un sabor tan intenso que apenas necesita aliño.

Más allá del precio, la importancia del producto local

Durante el recorrido, Gema insiste en un mensaje fundamental, la diferencia entre un producto de kilómetro cero y uno importado no solo se percibe en el paladar, también en la calidad nutricional. Mientras las frutas maduradas en cámaras pierden matices y frescura, las recogidas directamente del árbol conservan todas sus propiedades. “Antes de ayer estaba en el árbol y hoy lo tienes aquí”, explica con orgullo.

Es cierto que los productos locales a veces cuestan más que los importados, pero el valor añadido es incuestionable. No se trata solo de sabor, es un compromiso con la economía local, con la sostenibilidad y con el mantenimiento de tradiciones agrícolas que forman parte de la identidad valenciana.

La cesta resultante invita a imaginar menús sencillos pero nutritivos, ensaladas frescas con lechuga y tomate, macedonias de frutas de temporada, yogures con arándanos al desayuno o simplemente una pieza de fruta al natural, en su punto exacto de maduración. Opciones que, además de ser ligeras, ayudan a mantenernos en forma y a disfrutar de todo el potencial de la dieta mediterránea.

Gema en su parada del Mercado de Catarroja
Gema en su parada del Mercado de Catarroja

Los mercados, sinónimo de cercanía

Más allá de los productos, el mercado de Catarroja también ofrece algo que no se encuentra en las grandes superficies: el trato cercano y personalizado. Conocer a quien te vende la fruta, recibir un consejo sobre cómo conservarla mejor o descubrir nuevas variedades gracias a la experiencia del vendedor, son detalles que hacen que la compra se convierta en una experiencia cultural y social, no solo en un trámite.

En definitiva, septiembre es un mes de nuevos comienzos. Retomar el deporte, organizar mejor el día a día y, sobre todo, apostar por una alimentación sana que nos ayude a afrontar el curso con energía. El mercado de Catarroja y su huerta nos recuerdan que comer saludable no es una moda, sino una forma de vida basada en productos frescos, locales y de temporada.

Elegir bien lo que ponemos en la mesa es también elegir cómo vivir. Y no hay mejor forma de hacerlo que confiando en lo que ofrece la tierra cercana: sabor, salud y tradición.