La tripulación del Aquarius y los pasajeros han creado una relación muy fraternal entre ellos, debido a las duras jornadas de travesía hasta el puerto de Valencia, lugar en el que podrán ser atendidos después de Italia y Malta les denegase la ayuda.
Alessandro Porro, uno de los representante de SOS Mediterranée y que está a bordo junto a los refugiados y es el encargado de contarle al mundo qué ocurre en el interior de esta nave de 76 metros de eslora y en la que conviven 40 miembros de la tripulación junto a 51 mujeres, 45 hombres y 10 niños que están pasando una larga agonía en alta mar.
“Están muy cansados”. Asegura Porro desde el barco. Muchos de ellos llevan un viaje previo en muy malas condiciones después de pasar una larga temporada en campamentos libios. La tripulación, acostumbrada a estar largas temporadas en alta mar, les animan y les alientan para que aguanten un poco más. Y gracias a esta actitud por parte de los marineros ha propiciado que las relaciones entre ellos sean “muy buenas”.
Mientras el barco atraca en Valencia, la organización que existe dentro es perfecta. Se realizan turnos de vigilancia, turnos de limpieza y para las comidas todos echan una mano y ayudan. Los cooperantes ayudan a que todos interactúan con todos, que se cree un clima de cordialidad y amabilidad.
Las historias personales de cada refugiado son dramáticas y sus ingredientes incluyen extorsión, abuso, violaciones, torturas. Todos están huyendo buscando un futuro mejor y que esperan encontrar, definitivamente en Valencia.