A partir de noviembre llega uno de los momentos ideales para visitar la Albufera de Valencia gracias a la Perellonà, la inundación de agua que cubre el mítico paraje valenciano cada invierno. Este fenómeno se produce porque se cierran las compuertas de la Albufera, conocidas como los «perellones» y, de ahí, su particular nombre.

Al cerrarse las compuertas, los ríos Túria y Júcar almacenan el agua en el paraje por lo que se inundan parte de los cultivos. En este momento, el lago de la Albufera adquiere una superficie de 17.500 hectáreas aproximadamente convirtiéndose en uno de los lagos más grandes del territorio europeo.

Esta inundación de la Albufera es necesaria para la mejora de la calidad de la tierra aportando nutrientes a la tierra y fertilizándola de cara a la próxima temporada. Tiene especial relevancia por el hecho de que este proceso culmina con la llegada de la temporada del arroz.

Vista de las primeras inundaciones del lago de la Albufera desde las antenas de Cullera / M. Seguín

Además, y gracias a la »perellonà» aparecen varias especies de animales como los flamencos y los patos. Estos pasan el invierno en la Albufera y cuando bajan las temperaturas emigran al continente africano.

Otro fenómeno que provoca la Perellonà es la inundación de caminos y acequias. El aumento del nivel del agua provoca que caminos y acequias transitables no lo sean durante estos meses invernales dejando una estampa única de la zona.

Hasta el mes de enero

La Perellonà se esfuma cuando llega el mes de enero. Con el inicio del año las compuertas se vuelven a abrir y el agua excedente se libera de la Albufera. A este proceso se le conoce como la ‘aixugà’ ya que elimina el agua que sobra en el paraje.

Casa en el lago de la Albufera de Valencia. / Flickr_Vicky

Una vez se seca, llega el proceso conocido como de ‘fangueo’. En él los agricultores limpian sus tierras del barro ocasionado por la inundación y siembran sus cultivos contando con unas condiciones excepcionales para la producción de un arroz de calidad.