Las etiquetas inteligentes informarán al consumidor sobre la frescura del producto
Las etiquetas inteligentes informarán al consumidor sobre la frescura del producto |Twitter @tysmagazine

Más de 7 millones de toneladas de alimentos en buen estado se tiran a la basura en España. En 2018, la Península ocupaba el séptimo puesto de los países que más alimentos derrocha. Se calcula que cada español desecha, de media, una cifra que supera los 55 kilos de comida al año. Muchos de ellos, por la fecha de consumo preferente expirada.

Las dudas que puede generar el aspecto de un alimento sobre si es apto o no para el consumo no sólo provoca su desechado, sino que es una fuente de intoxicaciones. La lucha contra el desperdicio de alimentos supone todo un reto para la sociedad actual. La tecnología, como gran aliada, está llevando a cabo una serie de soluciones para la consecución de este objetivo.

En ese sentido, empresas como la valenciana AIMPLAS han creado una serie de pegatinas, etiquetas y envases inteligentes a partir de plásticos. Estos disponen de indicadores visuales que delatan el estado del producto que contienen gracias a unos sensores de color.

Así, dichas pegatinas inteligentes permiten que se pueda controlar la calidad de los alimentos envasados y su frescura aunque no se vea el producto en si. Además, gran parte de los plásticos que la empresa utiliza son reciclados, cumpliendo así con las exigencias medioambientales y de calidad.

Tecnología aún no accesible para todos

Con respecto a esta iniciativa, son muchas las investigaciones que siguen la línea pues los consumidores se enfrentan a diario a la decisión de qué alimentos están en buen estado y cuáles no.

Por ello, la tecnología ha posibilitado que haya envases con sensores químicos que, en contacto con el alimento, presentan un patrón de colores que miden lo que ocurre en el alimento a tiempo real.

Sin embargo, aún queda mucho tiempo para que esta tecnología llegue a los supermercados. La importancia de llevarla hasta las etiquetas de los productos supondría una gran revolución porque permitiría al consumidor tener un conocimiento exacto de maduración de un producto.