Margallo, el último de la transición

(SERGIO CASTELLOTE MARTÍN).- Desde sus inicios en la administración como inspector técnico fiscal, dejándose ver entre los mentideros de la transición y más adelante iniciándose en su más que patente y admirable convicción europeísta. Este animal político ya apuntaba maneras como lo que sería, un candil de esperanza intelectual entre tanta penumbra.

Sin duda uno de los más prominentes políticos de nuestra era, ha decidido esta semana emprender su retiro de la vida pública. Tras más de 50 años de patriotismo inquebrantable dedicado a servir a su país se me antojaba necesario realizar un reconocimiento a su gran labor. Resultaría falaz por mi parte ocultar la decepción que me produce esta noticia por la gran referencia que veo en la figura de García-Margallo, así como la necesidad imperiosa que existe en la política española de contar con figuras de su estilo, pese a su escasez.

Margallo era visto por muchos, entre los que me comprendo, como un excelente candidato a las elecciones europeas para confrontar con el decrépito discurso guerracivilista de la izquierda y el obsoleto argumentario populista y nacionalista. No exclusivamente por su bagaje en Bruselas, sino también por su paso por el ministerio de exteriores. El apogeo de su carrera política bajo el mando de Rajoy, desde donde nunca ocultó su carácter crítico y su afán por enderezar la deficiente política internacional Española. Defendió la soberanía española en Gibraltar cuando todos se daban por vencidos, confrontó la propaganda independentista en el ámbito internacional y tuvo la astucia para ejercer una función diplomática sobresaliente y a menudo osada cuando los intereses de España lo requerían. Quizás si la valentía del ejecutivo de la época hubiese acompañado, Margallo podría haber logrado hitos históricos que ahora ya quedan atrás.

Este alicantino de adopción no solo ha sido un modelo a seguir para todo el que sienta la llamada diplomática, también en el plano ideológico se ha dejado la piel para defender las ideas de la democracia cristiana. Una ideología que aunque considerada muerta por muchos, sigue estando muy viva gracias a que, como Margallo, algunos no han cesado en su promulgación y han conseguido inspirar a personas jóvenes como yo, apasionados de la política que han visto en la democracia cristiana un hogar ideológico ante unas doctrinas cada vez más difusas y destinadas a la mera ocupación del poder.

No quería que pasase inadvertida su candidatura a liderar el Partido Popular en el año 2018, que quedó eclipsada por la polarización interna entre Soraya y el tándem Casado-Cospedal que, en suma, creó un clima que dejó al más preparado de los candidatos con nulas opciones de victoria, aunque el éxito ideológico y moral estuvo más que conseguido. Era sin duda el mejor para la reconstrucción del partido y para el triunfo electoral. Quienes le apoyaron no se arrepienten. Desde entonces ha reducido su presencia en el ámbito político pero no en el mediático, y entre vapulear a Pablo Iglesias en la cadena SER y sus quehaceres en Bruselas, logra sacar tiempo para seguir ilustrando a las próximas generaciones con sus libros.

Entre estas obras destaco “España en su laberinto” también escrito por Fernando Eguidazu, de lectura en mi opinión obligatoria. En él relata sin tapujos la problemática española, con causas y consecuencias, haciendo un repaso histórico y un diagnóstico realmente certero. “España, terra incógnita” será sin duda la próxima parada literaria que haré para seguir disfrutando de su experiencia y sus palabras.

Margallo es una suerte de último de Filipinas, el único diputado del 78 que nos quedaba en política activa y por tanto el singular bastión de la política tradicional en España. Cualquiera que pretenda tenerle como referencia acertará ya que su experiencia es garantía de evitar una actitud errática. Estaba claro que solamente la edad y las ganas de una merecida jubilación podían privarnos de tener a García-Margallo en las instituciones.