Las vacaciones de verano han llegado a su fin pero no en la ficción. El joven autor Miguel Ángel Marco (Valencia, 1996) ha presentado su primera novela: Verano sin amor de atardeceres. La obra es un relato juvenil que transcurre a orillas del Mediterráneo, en la preciosa playa de San Juan (Alicante). Con ella, Marco invita al lector a zambullirse en una historia fresca y veraniega capaz de revivir la ilusión de los amores estivales.

En su libro, el autor narra la relación entre Nate e Iris, dos veinteañeros que viven sus tardes de estío conversando frente al mar. En sus extensas divagaciones a ambos les costará ponerse de acuerdo por sus personalidades opuestas. Nate se cree un romántico del siglo XIX destinado a la infelicidad, en cambio Iris posee una inteligencia y un sentido común que utiliza para que Nate escape de su dramatismo. ¿Pueden dos personalidades tan opuestas atraerse? ¿O están condenados al desastre?

El escritor Miguel Ángel Marco con varios ejemplares de ‘Verano sin amor de atardeceres’. / VIOLETA CUSSAC
¿Por qué escogiste una playa valenciana y en particular el Cabo de las Huertas para ambientar tu novela?

En resumidas cuentas, desde pequeño veraneo allí y conozco perfectamente todos sus rincones. San Juan representa mi infancia, y por ende, mi libertad; porque estar en la playa significaba vivir alejado del colegio, de los deberes y los exámenes, responsabilidades que en aquellos tiempos me parecían un mundo. Precisamente, el Cabo de las Huertas también alberga ese síntoma de libertad. Cuando me adentro en sus calas de agua turquesa y arena fina, me ampara una quietud que en la ciudad no podría experimentar por el ajetreo y el ruido.

El Cabo de las Huertas reúne los elementos idóneos para dialogar reposadamente y abrirse a una persona. En definitiva, la mayor parte de mi novela transcurre en una de sus rocas, donde se sientan los dos jóvenes protagonistas a charlar sobre sus pensamientos bajo la luz del atardecer, demostrando que un verano puede ser igual de excitante a través de la conversación.

Llama la atención esa preponderancia por el diálogo. ¿Cuál es el motivo?

Antepongo el diálogo por encima de la acción de cara a respetar la realidad de una historia y priorizar los sentimientos. Para exteriorizar las emociones se requiere pausa, un rasgo que solo puede concebirse en una atmósfera tranquila como es una playa del Mediterráneo. Justamente, Baudelaire escribió en un poema: «el mar es el espejo donde contemplar tu alma». Únicamente frente al mar, los protagonistas pueden intercambiar sus opiniones de un modo distendido. Por eso le atribuí mayor importancia a relatar sus sentimientos, en lugar de narrar una serie de circunstancias que desembocan en un mero final.

¿Quiere decir que apenas hay acción?

Obviamente hay acción. Entre ambos suceden muchas cosas. Pero si priorizo el habla se debe a la necesidad que tenemos los jóvenes de alzar la voz y sentirnos escuchados.

Presentación del libro ‘Verano sin amor de atardeceres’. / VIOLETA CUSSAC
En el libro hay un paralelismo entre las emociones del protagonista y el paisaje. Si Nate se encuentra feliz el mar está en calma y todo lo contrario si se enfada. ¿Qué papel juega el entorno en la historia?

Es evidente que he rescatado muchas características del romanticismo, una de ellas reside en la unión del personaje con la naturaleza. Por fortuna, la Comunidad Valenciana ofrece una enorme variedad de paisajes que me facilitaban dicha agitación sentimental. Sobre todo quería proyectar la influencia que tiene el enamoramiento en la mirada del protagonista, pues como decía Miguel Delibes: «las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos».

De repente, mi personaje se enamora y el Cabo de las Huertas se convierte en un paraíso, Altea en un palacio de blancura y las montañas en una pradera norteña. La expresión bucólica adquiere una relevancia abismal frente a la dentera que provoca la reminiscencia de la urbe. El protagonista, Nate, en ningún caso desea abandonar ese oasis que comparte con Iris, ya que la Costa Blanca se ha convertido en el hogar donde puede disfrutar del amor y evadirse de las obligaciones del trabajo.

Ya que ha mencionado el romanticismo, en el título se alude a que es un verano SIN amor de atardeceres. Entonces, ¿hay o no amor en su novela?

Puede haber romanticismo sin amor y viceversa. Me gusta repetir que si los filósofos nos enseñaron a pensar, entonces los románticos nos enseñaron a sentir. El romanticismo se cimenta sobre la exaltación de los sentimientos y va más allá del amor, puesto que existen otros atributos destacables como la sensación de soledad, el fatalismo, el dolor o la pérdida de la juventud, que también forman parte de la corriente de ideas que engloba ese movimiento artístico.

En mi novela los lectores hallarán la profundidad humana, el nudo en la garganta que te impide revelarle a una persona que la quieres, y los pensamientos que te azotan cuando estás enamorado. Siempre he pensado que el enamoramiento no está compuesto exclusivamente por felicidad, también hay inquietud, miedo al rechazo y angustia, mucha angustia. Uno tiene tanto deseo por gustarle al otro que la ansiedad irrumpe para atosigarnos hasta que sepamos si somos o no correspondidos.

Miguel Ángel Marco durante la firma de ejemplares. / VIOLETA CUSSAC
El libro está plagado de referencias a otros artistas, ya sean escritores, músicos o pintores. ¿Cuáles han sido sus principales influencias en cada una de estas ramas?

En cuanto a escritores destacaría a Flaubert como mi máximo referente. Me fascinó la pasión de Frédéric Moreau en La educación sentimental creo que supera a la de Madame Bovary, además, el personaje tiene una personalidad similar a la de Nate. Las penas del joven Werther de Goethe me influenció bastante, y El amor en los tiempos del cólera de García Márquez con su realismo mágico me enseñó a insertar un punto de fantasía a mis páginas.

Desde una perspectiva musical, reconozco que hay dos álbumes que ponen la banda sonora a mi libro: Fine Line de Harry Syles, y sin duda, Folklore de Taylor Swift. Aunque mientras escribía el libro conocí las canciones de Izzie Naylor, cuyas letras como The cold, Poison o Falling me atraparon por su intensidad, y me ayudaron a redactar las mías.

Por último, adoro el impresionismo, de ahí que mis descripciones tuviesen retazos de Van Gogh, Claude Monet o Pierre-Auguste Renoir.

Para termina la entrevista: ¿habrá segunda parte de Verano sin amor de atardeceres?

Seguro que sí, pero tienen que transcurrir unos cuantos años porque ahora estoy concentrado en otros proyectos. Quiero innovar en mi segunda novela, seguir mejorando y diseñar a nuevos personajes. Quizá eso se lo más bonito de la escritura, adentrarte en los mundos que te gustaría conocer y crear tu propio universo.

EL LIBRO YA ESTÁ DISPONIBLE EN LA WEB OFICIAL