El 29 de octubre, la provincia de Valencia vivió una de las peores inundaciones de su historia reciente debido al paso de la DANA. La fuerza de las lluvias torrenciales provocó el desbordamiento de ríos y barrancos, afectando gravemente a municipios como Aldaia.
Vías públicas quedaron anegadas, comercios inundados y cientos de familias vieron como sus viviendas y vehículos quedaban bajo el lodo. Tres meses después, la ciudad sigue luchando para volver a la normalidad.
La historia de María José: Supervivencia en medio del caos
María José, una vecina de Aldaia, vivió uno de los momentos más angustiantes de su vida durante la riada. Aquella noche fatídica, el agua irrumpió en su hogar de forma inesperada. “Todo estaba seco hasta que, de repente, el agua entró sin aviso”, relata.
En medio del caos, María José apenas tuvo tiempo para salvar a su perrita. Mientras intentaba mantenerse a salvo, el nivel del agua seguía subiendo rápidamente. “Tragué agua varias veces; ya no sabía si podría sostenerme”, cuenta con voz emocionada.
Gracias a la intervención de un vecino y su hijo que arriesgaron su seguridad para ayudarla, María José logró ponerse a salvo. Sin embargo, las secuelas emocionales y materiales de aquella noche siguen presentes. “Mi casa estaba completamente destrozada, con muebles flotando por todas partes. Ahora cuesta mucho pensar en la reconstrucción”.
Este testimonio es un reflejo de la lucha diaria de muchos vecinos que, como María José, intentan recuperar la normalidad en medio de la adversidad. Personas que de la noche a la mañana vieron como su vida cambiaba por completo.
La solidaridad y el voluntariado, clave los primeros días
Desde el día siguiente a la catástrofe, vecinos y voluntarios se unieron para limpiar calles y comercios. Las ayudas institucionales comenzaron a llegar, pero muchos afectados coinciden en que no han sido suficientes ni rápidas.
“El Estado mandó algo de ayuda, pero tuvimos que tirar de donaciones privadas, como las de Amancio Ortega y Juan Roig”, relata José María Varea, dueño del Bar Caray de Aldaia. La situación sigue siendo precaria. Aunque algunos negocios han reabierto, muchos otros no han logrado retomar su actividad debido a la falta de recursos.
Esfuerzos por la recuperación
La alcaldía ha trabajado intensamente para restablecer la normalidad en las vías públicas. Sin embargo, el verdadero problema persiste en el interior de las viviendas y comercios. “Hemos conseguido limpiar las calles, pero dentro de las casas y garajes el panorama sigue siendo desolador”, lamenta el alcalde de Aldaia, Guillermo Luján.
Según datos del consorcio de seguros, 12.000 vehículos, 4.000 inmuebles y 1.000 comercios fueron afectados. Muchos vecinos están aún esperando las indemnizaciones para poder reparar sus hogares y reabrir sus negocios.
A pesar de la adversidad, la ciudadanía ha mostrado una admirable capacidad de resistencia. Varea, propietario de uno de los restaurantes más próximos al barranco de la Saleta se muestra optimista: “La gente quiere apoyar al comercio local, me llaman todos los días preguntando si estamos abiertos”.
Los esfuerzos colectivos han permitido avances significativos, pero queda mucho por hacer. Todavía hay ascensores fuera de servicio, garajes inundados y familias reubicadas en otras viviendas.
Unas ayudas que no llegan
La principal demanda de los vecinos es clara: que las ayudas lleguen rápidamente. Las autoridades locales insisten en que las indemnizaciones deben agilizarse para que la economía local pueda reactivarse. “Necesitamos que el consorcio pague lo que debe para poder pagar las deudas y seguir adelante”, reclama Antonio García, gerente del bar Mi bella Lola de Aldaia.
Luján coincide con la necesidad urgente de mantener la atención en la zona, y valora positivamente que los alcaldes tengan por fin voz en el CECOPI: “No podemos permitir que se olviden de nosotros. Aún queda mucho por hacer”.
Tres meses después del desastre, Aldaia y otras localidades afectadas siguen luchando por recuperar la normalidad. La solidaridad de vecinos y voluntarios ha sido clave, pero las administraciones deben acelerar las ayudas para cerrar este capítulo oscuro. La resiliencia de la ciudadanía es inspiradora, pero necesita el respaldo económico para seguir adelante.