La historia de la Iglesia Católica no se puede contar sin mencionar a los papas. En Peñíscola, una fortaleza medieval construida en el siglo XIII por los caballeros templarios conserva la memoria de Pedro Martínez de Luna, conocido como Benedicto XIII o Papa Luna.
Hoy, el Castillo del Papa Luna es una de las visitas más interesantes de la Comunitat Valenciana para los amantes de la historia, el arte y el patrimonio, convirtiéndose en un destino ideal para una escapada cargada de cultura e historia.
La historia de tres papas simultáneos
Entre los siglos XIV y XV, la Iglesia Católica vivió una de sus crisis más profundas: el Gran Cisma de Occidente. Durante este periodo, la figura del Papa dejó de ser un símbolo de unidad y se convirtió en motivo de disputa, con hasta tres pontífices reclamando simultáneamente la autoridad legítima. Esta división sembró la confusión en la cristiandad y debilitó la credibilidad de la Iglesia ante sus fieles.
Uno de los protagonistas más destacados de este conflicto fue Pedro Martínez de Luna, conocido como Papa Luna o Benedicto XIII. Elegido en 1394 por la obediencia de Aviñón, fue reconocido solo por algunos reinos como Aragón, Castilla, Navarra y Escocia, mientras que el resto apoyaba a los papas establecidos en Roma. Su papel en esta etapa turbulenta dejó una huella profunda en la historia eclesiástica y en la memoria colectiva.

“Seguir en sus trece”: la resistencia del Papa Luna
Durante casi tres décadas, Benedicto XIII defendió su posición papal pese a las crecientes presiones para que renunciara. El Concilio de Pisa, celebrado en 1409 con el objetivo de resolver el conflicto, no hizo más que complicar la situación al introducir un tercer papa.
Su obstinación le valió tanto fieles como detractores: para unos fue el verdadero Sumo Pontífice; para otros, un antipapa. Aún así, su figura sigue viva en la memoria colectiva, al menos en el idioma, a través de la expresión «seguir en sus trece», en referencia a su inquebrantable negativa a dejar el papado, incluso cuando todo su apoyo se había desvanecido.
La elección de Martín V como papa legítimo logró, finalmente, restaurar la unidad en la mayor parte de la cristiandad y dio por concluido el Gran Cisma. No obstante, el Papa Luna, Lejos de renunciar, se atrincheró en el castillo de Peñíscola, nunca aceptó esa resolución y siguió proclamándose el verdadero pontífice hasta el final de sus días en 1423.













