Verónica Forqué estaba viviendo un auténtico infierno, estaba pidiendo ayuda a gritos por los programas de televisión. Ella había reconocido durante años que estaba sufriendo depresiones agudas. En varias entrevistas había hablado abiertamente de sus problemas personales.
En 2014 murió su hermano, Álvaro, con tan sólo 61 años. La actriz reconoció que “era mi vida, se fue demasiado joven”. Su madre también murió, se separó de su marido, perdió a una amiga de su infancia. Incluso en 2020 murió Rosa María Sardá, una gran amiga para ella.
Durante el programa Masterchef Celebrity todo el mundo se divertía viendo las broncas a chillido limpio de Verónica con el resto de participantes, pero nadie supo ver el calvario por el que ella estaba pasando. Su salud mental le provocaba cabreos y salidas de tono, estaba pidiendo ayuda a gritos. Una muestra de que tenía una depresión es que no tenía término medio, se exaltaba al a mínima por tonterías.
Sus últimas imágenes en el programa mostraban una Verónica cansada y demacrada, con unos ojos sin brillo. Ahora cobran significado aquellas palabras que dijo “Yo no soy de tirar la toalla, pero esta vez hay que ser humilde y decir no puedo más. Mi cuerpo y el universo me estaban diciendo necesitas parar”. Las redes sociales fueron muy críticas y sarcásticas con ella, le decían que estaba de «psiquiátrico, qué lástima que no te hubieras ido en la primera gala. Ojalá te echen porque es lo que te mereces”. Habría que reflexionar entre todos.