riada

Dos días de lluvias intensas se produjeron en Valencia en 1957. Unas lluvias que descargaron 500 litros por metro cuadrado en municipios próximos a la capital como Buñol y que presagiaban la peor de las consecuencias: el desbordamiento del río Turia. Las calles de Valencia quedaron hundidas bajo las aguas de un río que necesitaba más espacio por la fuerte tempestad.

Las inundaciones, que todavía perduran en la memoria colectiva de toda una generación, se cobraron cerca de un centenar de vidas y todavía hoy quedan vestigios de aquella riada en muchos puntos de la ciudad donde se encuentras señales que atestiguan la gran catástrofe que sucedió.

MARIA LUISA MERLO: “TARDAMOS CUATRO DÍAS EN ENTERRAR A MI ABUELA, LLEGAR A SU CASA ERA IMPOSIBLE”

La actriz valenciana María Luisa Merlo tenía 16 años cuando el 14 de octubre de 1957 sonó el teléfono para dar una terrible noticia: su abuela materna había muerto en Valencia.

«Yo estaba estudiando y me comunicaron que mi abuela, con 61 años, acababa de fallecer», relata. «Me quedé sola en Madrid y mi madre tuvo que marcharse a Valencia en un camión, fue una aventura terrible».

La matriarca de la saga de actores vivía en pleno centro del barrio Ruzafa, en el número 8 de la calle Sueca, el mismo hogar en el que nació María Luisa. Llegar hasta allí fue toda una odisea y es que el acceso era «imposible». «Mi madre tuvo muchos problemas para llegar, estuvo más de un día y medio para acceder a la casa de mi abuela y no se le pudo enterrar hasta cuatro días después».

Merlo recuerda con horror ese octubre del 57, unos días en los que asegura que estuvo «sufriendo» por el bienestar de su madre a la que no pudo acompañar al entierro por decisión de su progenitora. La artista admite que a pesar de la riada, la vivienda familiar no sufrió desperfectos y pudo regresar a la ciudad una vez llegaron las vacaciones estivales.

BALTASAR BUENO: “TODO ERA UN DESASTRE: NO HABÍA LUZ Y FALTABA COMIDA”

Ocho años es la edad que tenía el periodista valenciano Baltasar Bueno cuando vivió la riada del 57 desde la localidad de Foios, a tan sólo 10 kilómetros de Valencia. El exdirector de València Hui explica que «fue algo terrible» y es que en este municipio valenciano afectó el desbordamiento del río Carraixet.

«A los pocos días de la riada bajé con mi madre a Valencia para visitar a unos familiares que habían vivido de primera mano las inundaciones de la ciudad. Todo era un desastre: barro por todas partes, soldados achicando agua, voluntarios limpiando las calles… no había luz y faltaba comida, era un infierno«, recuerda.

A pesar de su corta edad, Baltasar también tuvo que colaborar en las labores de ayuda rellenando sacos con paja para hacer colchones y enviarlos a Valencia. «Nos pidieron hacer pan en las casas y con esas barras y los colchones que preparábamos se cargaban camiones rumbo a la ciudad».

Además de los daños materiales, el periodista también hace hincapié en los personales ya que, además de las víctimas mortales, hubo una parte de la población que quedó anímicamente desolada. «Había gente que necesitaba olvidar, pero la falta de todo era tan grande que para salir de la depresión algunos recurrieron a sus propias colonias»

Como apunte final Baltasar Bueno resalta la solidaridad y las labores humanitarias que siguieron a la fecha de la catástrofe, en concreto destaca la actuación de Murcia, y es que asegura que sin la ayuda del país las consecuencias hubiesen sido insuperables.

JAVIER PANIAGUA: “LOS TELÉFONOS NO FUNCIONABAN Y NO TENÍAMOS NOTICIAS DE NUESTROS FAMILIARES”

El historiador y exdiputado socialista, Javier Paniagua, recuerda que tenía 11 años cuando ocurrió la riada de Valencia. «Entonces estaba estudiando lo que era primero de bachillerato en Ceuta», comienza, «me acuerdo perfectamente que a eso de las nueve de la mañana el jefe de estudios nos reunió en el patio para relatarnos la riada de Valencia. Nos contó las dificultades que estaba viviendo la ciudad y nos pidió que colaborásemos en todo lo que pudiéramos».

El exdirector de la UNED de Valencia regresó a casa donde su madre, nacida en Santa Pola (Alicante), trataba de localizar sin éxito a sus familiares valencianos. «Los teléfonos no funcionaban y había una preocupación considerable por lo que había ocurrido. Teníamos unos parientes que regentaban la pastelería de la calle Ruzafa por donde había pasado el río y no había noticias suyas».

Cuatro años después, un Javier Paniagua ya adolescente se mudó a Valencia donde las consecuencias de la riada seguían presentes. «Recuerdo que para enviar cartas teníamos que pagar un sello de 0,25 céntimos que se añadía al obligatorio. Al no existir impuestos directos era necesario recaudar dinero con impuestos indirectos para sufragar la construcción de la desviación del río Turia con el fin de evitar más inundaciones en la ciudad».