El teatro español estrena la importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde con María Pujalte y Pablo Rivero fotografiado por el fotografo Pablo Lorente

El teatro de la Rambleta acoge el próximo 4 de mayo la famosa obra de Oscar Wilde «La importancia de llamarse Ernesto», uno de los retratos más ácidos y divertidos que nunca se han hecho sobre la hipocresía social.

Con un reparto de lujo compuesto por artistas como, Pablo Rivero, Silvia Marsó, Ferran Vilajosana, Paula Jornet, Gemma Brió, Albert Triola y Júlia Molins, la obra de Wilde llenará el corazón de este espacio valenciano bajo la dirección de David Selvas.

Sobre esta obra escribe Paco Nieva que La importancia de llamarse Ernesto es «un perfecto sueño de teatro, una comedia despiadada y excéntrica, perfecta, bella y onírica como la vida de una rosa en las extrañas paredes de un jardín vertical». Una rosa delicada que nos recuerda aquello efímero y revelador que tiene la belleza y la vida.

Así, Wilde escribió un guiño perfecto lleno de sabiduría dramatúrgica y de inteligencia vital que con sus réplicas desacomplejadas consigue que la verdad explote en la cara de los espectadores, quienes se sienten constantemente interpelados.

Durante el tiempo que dura la obra, Wilde transita una gran cantidad de territorios por donde se pasean sus personajes: el amor, el deseo, los orígenes, el compromiso, la hipocresía, la identidad y, sobre todo, la libertad, la suya tan estimada libertad, para poder ser quien era, y que lo llevó a la prisión al poco de escribir La importancia de llamarse Ernesto.

Un sentimiento de libertad 

El sentimiento de libertad está presente en toda la función. Y quizás la concreción más clara de esta libertad la vemos en dos de los personajes femeninos, Gwendolen y Cecily, que viven con tanta o más intensidad su vida soñada, que no su vida real. ¿Dónde estan los límites de cada uno de nosotros? ¿Por qué nos autocensuramos? ¿Cómo podemos llegar a ser, con plenitud, nosotros mismos?

La gloriosa trayectoria de Oscar Wilde quedó arruinada repentinamente con la condena a dos años de prisión que lo acusaba de indecencia por su vida privada, solo tres meses después de haber estrenado esta comedia.

El escritor, que no se reharía de un golpe tan duro, ya había denunciado a menudo la hipocresía de una sociedad cada vez más conservadora y controladora sobre la intimidad de sus ciudadanos. Una hipocresía que, de manera premonitoria, acontecería la protagonista de esta deliciosa obra maestra sobre los líos amorosos de dos jóvenes británicos y sus secretas dobles vidas, la cual anticipa algunas de las principales vanguardias del siglo XX.