La mañana empezó tranquila en las calles de Almirante Cadarso y Maestro Gozalbo, pero en cuanto comenzaron a llegar falleros, familiares y amigos de Manolo Algarra, el ambiente cambió. Todo el mundo sabía que no era un día cualquiera: se rendía homenaje a uno de los artistas falleros más queridos de Valencia. Y el mejor sitio para hacerlo era justo allí, donde tantas veces plantó fallas que acabaron convirtiéndose en historia.
Poco antes del mediodía, la alcaldesa María José Catalá, la Fallera Mayor de Valencia, Carmen Prades, y su Corte de Honor se unieron al acto. Cuando se descubrió la placa, muchos de los presentes no pudieron evitar emocionarse. No hacía falta decir nada, porque todos tenían a Manolo muy presente.

Su familia estaba al frente, muy arropada. A su alrededor, los falleros de las dos comisiones que más marcaron su carrera, Maestro Gozalbo-Conde Altea y Almirante Cadarso-Conde Altea, aplaudieron durante largo rato. Ese aplauso sonó a agradecimiento por todo lo que él aportó a la fiesta.
El recuerdo de un artista que nunca dejó de sumar
Manolo Algarra era de esos artistas que, además de talento, tenían un trato cercano. Siempre dispuesto a ayudar, siempre claro cuando tenía que decir algo, siempre honesto con su trabajo. Por eso hoy sigue siendo tan querido.

Durante su vida dejó un montón de premios, ninots indultats y fallas que aún se nombran como referencia. Pero si algo se repetía entre la gente era que, más allá de los premios, lo que pesaba de verdad era su forma de ser. Todos lo recuerdan con cariño, como alguien que vivía las Fallas de verdad, desde dentro.
Una historia que sigue viva
Su pérdida en 2022 golpeó fuerte al mundo fallero. Fue él mismo quien, con mucha valentía, publicó sus últimas palabras agradeciendo el apoyo de toda la gente que lo había acompañado durante su carrera. “Que la llama siga ardiendo en vuestros corazones”, escribió. Y precisamente eso es lo que se vio el sábado: su llama sigue ahí.
Por eso este homenaje no fue un acto más. Fue una manera de dejar claro que su trabajo, su energía y su forma de entender las Fallas siguen presentes. La placa que ahora cuelga en ese cruce no es solo un recuerdo; es una forma de decirle que en Valencia no se le olvida. De hecho, aunque ya no esté, su historia aparece una y otra vez en la voz de quienes lo conocieron. Y así, entre aplausos, emociones y muchos recuerdos, Valencia volvió a demostrar algo sencillo pero enorme: Manolo Algarra sigue muy vivo en su fiesta.













