Existe un mito de que la piel del pollo no es buena para la salud, los expertos resaltan que lo importante es saber cocinarla de manera correcta. La piel del pollo aporta más grasa, aumenta el aporte calórico. Hay que evitar la presencia de agentes contaminantes en la piel mediante un buen proceso de cocción y congelación. La carne de pollo puede contener patógenos bacterianos como Salmonella y Campylobacter.
Las altas temperaturas en la cocción pueden matar estos microbios. También pueden sobrevivir lo suficiente como para causar enfermedades en humanos si la carne no está bien cocinada.
Un estudio del Instituto Noruego de Investigación sobre Alimentación muestra cómo actúan la mayoría de personas en los hogares a la hora de manipular la carne. La mayoría cree que si la carne está bien hecha no tiene patógenos, pero esto no está comprobado.
Los investigadores comprobaron que en la mitad de los hogares utilizaban la técnica de juzgar el color interno de la carne para comprobar si estaba suficientemente hecha; otros métodos comunes consistían en evaluar la textura o el color de su jugo.
Los estudios demostraron que el color y la textura no son por sí mismos indicadores fiables de seguridad. El color interno del pollo cambia a una temperatura demasiado baja para inactivar suficientemente a los patógenos.