VÍDEO | Un ataque de más de 30 jabalíes destroza un campo valenciano de melocotones
Imagen de una manada de jabalíes en el campo

La Peste Porcina Africana se ha convertido en uno de los mayores desafíos sanitarios y económicos para el sector ganadero europeo, y España no es una excepción. La reciente detección de un foco en Cataluña ha despertado todas las alarmas y ha puesto en marcha un dispositivo de vigilancia y control sin precedentes. Pero, más allá de los titulares, comprender la dimensión real de esta enfermedad exige detenerse en su naturaleza, su impacto y el papel decisivo que desempeñan tanto los cazadores como el conjunto de la ciudadanía.

La PPA es una enfermedad vírica extremadamente contagiosa que afecta exclusivamente a cerdos domésticos y jabalíes. No representa en ningún caso un riesgo para la salud humana, ni por contacto directo ni por consumo de carne. El virus, perteneciente a la familia Asfarviridae, es especialmente resistente en el medio ambiente y puede originar cuadros clínicos muy variables: desde formas hiperagudas, en las que la mortalidad se aproxima al 100%, hasta formas subagudas o crónicas, donde los síntomas son más prolongados, aunque igualmente graves.

Produce lesiones hemorrágicas en piel y órganos internos por daño en los vasos sanguíneos, y su sintomatología resulta prácticamente indistinguible de la de la Peste Porcina Clásica, lo que obliga a que cualquier sospecha clínica se confirme mediante la toma de muestras y el posterior análisis en laboratorio. En España, el Laboratorio Central de Veterinaria de Algete es el centro de referencia encargado de estos diagnósticos.

Una enfermedad inocua para las personas

El virus afecta siempre a suidos, tanto domésticos como silvestres, y uno de los factores que complica su control es su carácter densodependiente: «cuanto mayor es la concentración de jabalíes en el territorio, mayor es el riesgo de aparición, difusión y persistencia del virus», explica Jordi Escandell, presidente de la Real Federación Española de Caza, para 7teleValencia. En buena parte de España, y especialmente en la Comunidad Valenciana, Cataluña o Aragón, las poblaciones de jabalí se encuentran en niveles muy elevados.

A pesar de las más de cincuenta mil capturas anuales en algunas zonas, la sobreabundancia sigue siendo evidente, lo que convierte al jabalí en un vector ecológico de gran relevancia en la expansión de la enfermedad. La movilidad natural de estos animales y su capacidad para desplazarse largas distancias dificultan aún más el control territorial. «A menudo este desplazamiento está favorecido por infraestructuras como autopistas, corredores fluviales o áreas periurbanas» indica Lorena Martínez, presidenta de la Federación de Caza de la Comunitat Valenciana.

Población estimada de jabalís en España. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación
Población estimada de jabalís en España. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación

Los cazadores, primera línea de vigilancia y control

En este contexto, los cazadores se han revelado como una pieza clave en la lucha contra la PPA. Sus federaciones, tanto a nivel nacional como autonómico, trabajan en estrecha colaboración con las autoridades sanitarias para transmitir protocolos, difundir pautas de vigilancia y actuar como red de detección temprana.

Los cazadores son, en la práctica, los únicos capaces de acceder a zonas remotas del territorio y de observar de forma directa la evolución de las poblaciones de jabalí, así como detectar cadáveres o animales enfermos.

Por ello, las administraciones les han solicitado medidas estrictas: desinfectar ropa, calzado, vehículos y equipamiento; tratar adecuadamente los restos de caza; evitar abandonar subproductos en el monte; no compartir carne procedente de animales abatidos; y avisar de inmediato al 112 ante la aparición de un jabalí muerto o sospechoso. La rapidez en la notificación es esencial, ya que la localización y análisis de cadáveres es uno de los pilares de la vigilancia epidemiológica.

Recomendaciones para prevenir la expansión de la Peste Porcina

El foco de Cataluña: un aviso serio para toda España

La aparición del foco en Cataluña ha generado una respuesta inmediata que incluye el establecimiento de zonas de restricción de 6 y 20 kilómetros alrededor de los casos detectados. En estas áreas se han impuesto medidas de control del movimiento de animales, intensificación de análisis, restricciones cinegéticas temporales y desinfecciones obligatorias.

Sin embargo, los expertos advierten de que los límites administrativos no contienen por sí mismos la expansión del virus, pues la fauna salvaje ignora las fronteras. Por ello, Aragón y la Comunidad Valenciana han activado sus propios protocolos de refuerzo, conscientes de que un solo animal infectado podría desencadenar consecuencias devastadoras para el conjunto del sector porcino español.

La coordinación institucional es total. Las consejerías de Agricultura, las federaciones de caza, las diputaciones provinciales y el Ministerio de Agricultura trabajan en conjunto para controlar el brote con rapidez y eficacia.

La Unión Europea declara 91 municipios de Barcelona, dentro de la zona infectada de Peste Porcina Africana
La Unión Europea declara 91 municipios de Barcelona, dentro de la zona infectada de Peste Porcina Africana

La experiencia europea demuestra que la contención es posible: Suecia, por ejemplo, logró erradicar un foco en pocos meses gracias a la combinación de restricciones, desinfecciones masivas, vigilancia intensiva y colaboración activa de los cazadores y habitantes de las zonas afectadas. España ha iniciado contactos con técnicos suecos para incorporar las estrategias que resultaron más exitosas en aquel país.

Europa como referencia: éxitos y fracasos

A pesar del optimismo cauteloso, los expertos coinciden en que harán falta meses sin nuevos casos para considerar el brote totalmente controlado. Además, subrayan que incluso lograr la desaparición del foco no eliminará el riesgo, ya que la PPA continúa circulando por Europa central y oriental. Por ello, España deberá mantener durante años un sistema de vigilancia robusto, dinámico y capaz de actuar con rapidez ante cualquier sospecha.

El impacto potencial de la PPA en la economía española es enorme. España es uno de los principales exportadores de porcino del mundo, y cualquier restricción comercial derivada de la aparición de la enfermedad tendría efectos inmediatos sobre la industria cárnica, la actividad ganadera y la economía rural.

Miles de empleos dependen directa e indirectamente de este sector. Por este motivo, la prevención se convierte en una responsabilidad colectiva que no recae únicamente sobre ganaderos o cazadores. La población general también debe actuar con prudencia: evitar transitar por zonas restringidas, no abandonar restos de alimentos en el campo, limpiar el calzado tras rutas por áreas de riesgo y avisar a las autoridades si se encuentra un cadáver de jabalí.

Al mismo tiempo, los ciudadanos deben saber que no existe ningún riesgo para la salud humana. La carne de cerdo continúa siendo totalmente segura, y la PPA no es una zoonosis. Las autoridades recuerdan que conviene desconfiar de bulos o informaciones alarmistas que puedan circular por redes sociales.

Impacto socioeconómico: un país pendiente del porcino

La crisis actual puede marcar un punto de inflexión en la gestión del territorio y en la relación entre el mundo urbano y el rural. Muchos cazadores y agricultores llevan tiempo reclamando una mayor atención a las problemáticas de sobrepoblación de fauna, abandono del campo y falta de recursos para la gestión medioambiental.

La emergencia sanitaria generada por la PPA ha puesto de manifiesto que el equilibrio ecológico no es solo una preocupación ambiental, sino también económica, sanitaria y social. La sociedad en su conjunto puede extraer de esta situación una lección clara: cuando se descuida el territorio, las consecuencias llegan tarde o temprano.

En definitiva, la Peste Porcina Africana no es una simple alerta veterinaria. Es un desafío nacional que exige compromiso, coordinación y responsabilidad. España dispone de la experiencia, los medios técnicos y la estructura institucional para controlar el brote. Pero el éxito dependerá de la capacidad de todos —administraciones, ganaderos, cazadores y ciudadanos— para actuar unidos y mantener la vigilancia sin relajarse. El virus es persistente, silencioso y resistente; la respuesta humana debe ser, como mínimo, igual de constante.