Esta semana Mariola Morera presenta El proyecto Love You Carme. Este proyecto nació en casa y ha terminado convirtiéndose en un documental híbrido —entre realidad y ficción— que busca mostrar la vida de Carmen con total naturalidad. Tres años de grabación, un año de montaje y un enfoque de cinema vérité han dado forma a una obra que emociona, sorprende y abre nuevas posibilidades dentro del cine social contemporáneo. Su directora, Mariola Morera, cuenta cómo ha sido el proceso y qué espera el público al descubrir esta historia producida por PTMedia y en la que ha participado el Institut Valencià de Cultura y À Punt Mèdia, así como la Diputació de València, la Fundación Gesmed, Fundació Baleària y Carmencita.
Mariola, ¿cómo ha sido esta aventura cinematográfica? ¿Qué ha supuesto rodar en casa?
Ha sido increíble. Es un proyecto que nació hace años, a raíz de unos libros que hizo mi madre, a los que mi hermana puso voz. Tuvieron muchísimo éxito y nos planteamos llevarlos al audiovisual. Como yo trabajo en el medio, empecé a investigar cómo hacerlo y cómo lograr que Carmen estuviera en pantalla de forma natural.
Compramos una cámara y empezamos a probar, a observar su día a día. La idea era grabar con transparencia. Empecé a escribir un guion inicial, aunque sabía que debía estar abierto, porque Carmen es impredecible y quería que fuese coautora de su propia historia. Han sido tres años de trabajo.
Decís que Carmen es una protagonista “compleja y sin complejos”. ¿Cómo se traslada eso al lenguaje cinematográfico?
Partíamos de escenas o lugares habituales en su vida, pero a partir de ahí grabábamos horas. Estábamos preparados para que las cosas simplemente sucedieran.
Buscábamos una estética cuidada, casi de ficción, con planos muy elaborados, pero grabábamos sin parar para capturar la realidad. Yo podía dirigir a otros personajes, pero a Carmen no puedes guionizarla. Su esencia es espontánea, y eso es lo que queríamos preservar.
¿Fue complicado encajar todo este material en montaje?
Muchísimo. El montaje duró un año. Aunque no es una película aleatoria, sí necesitaba una estructura clara para funcionar como largometraje. Por muy real que sea el material, como en Nanuk el esquimal, siempre necesitas un mínimo guion. Fue un trabajo duro, pero también precioso.
¿Con qué momento te quedas del rodaje?
La secuencia final, la parte más onírica. Queríamos sacarla de su cotidianidad y llevarla a un plano más poético: la piscina, la Albufera, el barro, el humo… Ahí sentí que estábamos haciendo cine de verdad.
Mariola, ¿por qué el público debería verla?
Porque es una película que propone nuevas formas de mirar y de narrar. El espectador se va a sentir cerca de Carmen y va a conectar con un mundo que quizá no conoce, pero que existe y merece ser entendido desde la empatía.

¿Con qué momento te quedas del rodaje?







