Últimamente, las redes se llenan de consejos para “sobrevivir” a Mercurio retrógrado: evita discutir, no firmes contratos, no tomes decisiones importantes. Algunos lo repiten como un mantra, otros lo usan como excusa cuando el día se tuerce. Lo cierto es que, nos guste o no, ayer entramos oficialmente en Mercurio retrógrado, y según los astrólogos, nuestras vidas podrían descontrolarse un poco hasta el 29 de noviembre.
Durante estas tres semanas, dicen, todo se complica: los mensajes no llegan, los correos se pierden, los planes cambian y los ex reaparecen. Pero antes de echarle la culpa al universo, conviene entender qué hay realmente detrás de este fenómeno que divide a creyentes y escépticos.
¿Qué es Mercurio retrógrado?
Aunque su nombre suene a conjuro apocalíptico, Mercurio retrógrado no tiene nada de mágico. Es, en realidad, una ilusión óptica. Desde la Tierra, el planeta más cercano al Sol parece moverse hacia atrás en su órbita, cuando en realidad sigue avanzando con normalidad. Esta apariencia se produce porque la Tierra y Mercurio giran a velocidades distintas, lo que genera ese efecto visual de “retroceso”.
Para los astrónomos, ahí termina el misterio: se trata simplemente de un juego de perspectivas. Para entenderlo mejor es como si cuando adelantas a un coche más lento en la autopista y parece que retrocede, aunque ambos vais en la misma dirección. Así lo explica Carolyn Ernst, científica planetaria de la Universidad Johns Hopkins y especialista en Mercurio.
En cambio, para los astrólogos, el movimiento retrógrado de Mercurio tiene un significado simbólico y energético. El planeta, asociado tradicionalmente a la comunicación, los viajes y la tecnología, se convierte en un espejo que nos invita a revisar, pausar y reflexionar.
Según Esperanza Gracia, este periodo representa “una oportunidad para mirar atrás, analizar lo vivido y corregir errores antes de seguir adelante”. En otras palabras, Mercurio retrógrado sería un tiempo de introspección y reajuste, no necesariamente de caos, sino de reajustar lo que ya venía desordenado.
Por eso, los horóscopos recomiendan evitar firmar contratos, revisar dos veces los mensajes antes de enviarlos y mantener la calma cuando algo se retrase o no salga como se esperaba.
¿Cómo nos afecta?
Durante estas semanas, la narrativa más popular entre los astrólogos advierte de malentendidos, fallos tecnológicos y confusión generalizada. Estos astrólogos afirman que la energía de Mercurio “ralentiza” las decisiones, provoca reencuentros con personas del pasado y pone a prueba la paciencia.
No obstante, también insisten en que no todo es negativo: si se vive con consciencia, este tránsito puede ayudar a cerrar ciclos, ordenar pensamientos y replantear prioridades La clave, dicen, no es temerle a Mercurio, sino usar su retroceso como excusa para frenar y reorganizar la vida.
¿Y qué dice la ciencia?
Los científicos, por su parte, lo tienen claro: Mercurio retrógrado no afecta a la vida humana más allá de lo que cada uno crea. El movimiento aparente hacia atrás es un fenómeno astronómico normal, que ocurre tres o cuatro veces al año debido a la diferencia de velocidad entre los planetas.
Es decir, la ciencia no encuentra evidencia alguna de que este movimiento influya en los ordenadores, las relaciones o el estado de ánimo. Lo que sí está claro es que el fenómeno se ha convertido en una excusa universal para explicar el caos cotidiano.
Expertos en comunicación coinciden en que el auge de Mercurio retrógrado como tema viral responde a una necesidad colectiva de encontrar sentido al desorden. En un mundo acelerado y lleno de incertidumbre, culpar al planeta de los fallos tecnológicos, las discusiones o los retrasos resulta casi terapéutico.
En ese punto entre la ciencia y la superstición, Mercurio retrógrado ya es más que un evento astronómico: es un fenómeno cultural. Aunque los astrónomos insisten en que no hay ningún poder oculto detrás de este movimiento, el mito sigue creciendo. Y mientras tanto, millones de personas seguirán echando la culpa a Mercurio cada vez que algo falle: un ordenador que no enciende, una llamada que se corta o una cita que se cancela a última hora.
Quizá no haya una explicación cósmica detrás de todo, pero sí una verdad compartida: en tiempos confusos, mirar al cielo, aunque sea para culparlo, nos hace sentir un poco menos perdidos.














