En un partido emergente y con querencia hacia el vértigo; porque siempre hubo noticias de los guardametas y siempre hubo aspectos que enumerar en el interior de las áreas, apareció Jason para encender definitivamente la luz y para certificar una victoria redentora y terapéutica para la sociedad azulgrana. El atacante gallego se esmeró sobre el césped del Estadio Gran Canaria y sacó lo mejor de su repertorio para firmar su primera obra de arte en el universo de la máxima categoría. Fue una obra milimétrica y calculada que podría haber firmado la paleta de un pintor del cincuecento italiano. Nada quedó al azar en su ejecución. No fue un bautismo cualquiera para un jugador cuya estela se echaba en falta después de alejarse del último trayecto de la Liga por una inoportuna lesión fechada en el partido que cruzó al Levante y a la Real Sociedad en el Ciutat de València. Y eso sucedió en los días finales de septiembre. Jason se proyectó con velocidad para cercar los dominios defendidos por Raúl. Cuando pisó ese espacio decidió pausar el tiempo. Los segundos parecían eternizarse. Fue una treta porque su mente viajaba a la velocidad de la luz. En ese instante el plan ya estaba trazado y perfectamente armado en el interior de su cabeza. Sobre la meta local parecía dibujarse un signo de interrogación que el jugador gallego difuminó con un disparo letal. Antes había confundido a su oponente con una bicicleta. Ese recurso únicamente parece reposar en los pies de los prestidigitadores del balón.
El gol definitivamente ahogó a la U.D. Las Palmas. En algo más de cinco minutos el Levante se expresó con virulencia ante el marco de Raúl. Antes Toño decidió dejar su rastro tras colarse por el carril zurdo mostrando toda su vocación atacante. De sus botas salió un cheque al portador que Doukouré aprovechó. Cuando se trata de aproximarse a su adversario no hay diques de contención para un defensor siempre predispuesto para dar dos pasos al frente en busca de aventuras. En la virtud del golpeo del lateral estaba la excelencia del gol. Cheick prolongó de cabeza en dirección hacia la red. El centrocampista de Costa de Marfil ocupa una vasta extensión sobre el rectángulo de juego. La contundencia azulgrana fue absoluta y demoledora. Su sonrisa contrastaba con el rictus de dolor que exhibían los futbolistas locales. Las emociones en el fútbol, como en otros ámbitos de la vida, son antagónicas. Van por barrios.
El Levante tomó Canarias para marchar fortalecido anímicamente y espiritualmente. Sucede que hay partidos que cuando aparecen en el calendario durante el verano no presagian la trascendencia que en el tiempo más presente adquieren. Algo así sucedió en el choque entre la U.D. Las Palmas y el Levante. Nada parece definitivo, pero la victoria dimensionaba su condición. Los tres puntos conllevan una inyección de adrenalina para un grupo que destierra la ansiedad que puede provocar un ciclo de seis partidos sin conjugar con la victoria. Al margen, distancia a un oponente con el que comparte destino en el marco de LaLiga Santander. Las noticias son excelentes y se agolpan. El Levante recuperó la memoria sobre el verde del coliseo canario, principalmente durante el primer acto. No reservó nada en su puesta en acción. El balón volvió a circular sobre la faz del verde.
Las combinaciones se sucedieron y siempre había un futbolista azulgrana dispuesto a socorrer a su compañero. Ese espíritu gremial que caracteriza al bloque de Muñiz se materializó en el feudo amarillo. Las líneas levantinistas se adentraron en territorio enemigo para tratar de secuestrar la salida del esférico del equipo de Ayestarán. El Levante ocupaba el terreno de juego de forma racional. Muñiz apostó por Oier en la portería y le dio galones a Shaq en la banda derecha. La respuesta de ambos fue alentadora. Lo dicen los manuales de la disciplina: si tu adversario anda maltrecho y algo confundido envíale señales para aumentar ese estado latente de preocupación. El Levante tocaba con precisión encontrando puntos de fuga. Ünal probó los reflejos de Raúl. Y más tarde rompió el fuera de juego, si bien no pudo contactar con Morales ejerciendo de extremo derecho. Y Bardhi buscó la escuadra tras pegarle con el alma al cuero desde la frontal del área.
Sucede que Las Palmas tiene dinamita en el extremo del campo en el que se materializa el gol. Vitolo, Viera y Tana juegan al escondite con el balón. Sus recursos son ilimitados y no parecen agotarse. Sobre la frontal del área no paran de imaginar razzias y de tirar de inventiva alumbrando combinaciones mortíferas en inverosímiles. Calleri se pega con todos en busca de espacios por los que infiltrarse. Las Palmas revivió en los minutos últimos de la primera parte. Y la tendencia parecía mantenerse en la reanudación. El bloque de Ayestarán pisaba el territorio granota con frecuencia. Oier amenazó con paralizar el latido del corazón de los seguidores blaugranas bailando con lobos a dos metros de la línea de gol de su portería con un atacante amarillo. En realidad, fue el principio del fin del colectivo canario. Toñó envió una carta de amor a Doukouré y Jason ajustó cuentas con la competición tras un período de ostracismo para consignar una victoria edificante.