Más que una falla, más que una celebración puntual, el Pi de Nadal es una de esas tradiciones que han sobrevivido al paso del tiempo gracias al empeño de quienes se niegan a dejarla desaparecer. Este fin de semana, la Ciudad del Artista Fallero vuelve a acoger un ritual que se repite desde hace décadas y que, aunque para muchos sigue siendo un gran desconocido, forma parte del ADN del gremio fallero.
La historia del Pi de Nadal no ha sido lineal. Como tantas tradiciones populares, ha atravesado etapas de esplendor, momentos de olvido y fases de recuperación. Y este año, además, se enfrenta a uno de los episodios más singulares de su trayectoria: por primera vez, no ha sido elaborado por el alumnado del ciclo formativo de Artistas Falleros, como venía siendo habitual desde su recuperación moderna. La causa ha sido el parón de las clases provocado por la huelga del profesorado, un contratiempo que estuvo a punto de dejar la tradición en suspenso.
Para entender la importancia de esta celebración hay que mirar atrás. Muy atrás. Ramón Espinosa Aguilar, uno de los nombres propios del mundo fallero y autor de muchas de las fallas más emblemáticas de València, es también uno de los impulsores originales del Pi de Nadal.
Hoy él mismo se define con ironía como “el presidente de los jubilados del gremio”, pero su vínculo con esta fiesta se remonta a sus años de aprendiz. “Íbamos a Náquera, cortábamos un pino y nos juntábamos a merendar; con el tiempo aquello se convirtió en una comida”, recuerda. Era una costumbre sencilla, casi improvisada. Con los años, como tantas otras, terminó diluyéndose.
Décadas después, fue el propio Espinosa quien decidió recuperarla. Cuando empezó a impartir clase en el ciclo formativo de Artistas Falleros, vio en el Pi de Nadal una oportunidad para conectar a los nuevos alumnos con la esencia del oficio.
“Se me ocurrió que los chicos que empiezan debían hacer algo que fuera la construcción de una falla. Que la quemaran. Que se fueran metiendo en el hilo de cómo se hace una”, explica. Así, la antigua fiesta del pino volvió a la vida. Adaptada a los nuevos tiempos, pero fiel a su espíritu original.
El alumnado es el encargado de construir el Pi de Nadal
Desde entonces, el alumnado se encargaba de levantar una estructura alegórica que sustituía al antiguo pino real. Ellos asumían la carpintería, el diseño y la pintura, y culminaban el proceso con la quema colectiva, en una jornada que combinaba aprendizaje, convivencia y celebración. Una tradición viva, transmitida de generación en generación, hasta que este año todo se ha vuelto a complicar.
La huelga ha paralizado las aulas y ha dejado el Pi de Nadal a medio hacer. Durante días, el riesgo de que la tradición se perdiera volvió a resonar. Fue entonces cuando entraron en escena quienes se resisten a dejar caer lo que tanto costó levantar.

Los artistas ya jubilados del gremio decidieron asumir el relevo de forma voluntaria. “Me sabe mal porque es algo que yo empecé con mucha ilusión y ver que podía perderse me dejaba un poco tocado”, reconoce Espinosa. “Pero no quería consentirlo”.
Junto a otros compañeros veteranos y con el apoyo de la nueva directiva del gremio, se pusieron manos a la obra de manera altruista. Para ellos, el proceso ha tenido algo de viaje en el tiempo. Volver a trabajar la madera, diseñar el pino y levantar la estructura ha sido, en palabras de algunos, “como volver a ser aprendices… con setenta años”. Una forma de cerrar el círculo y, al mismo tiempo, de garantizar que la tradición continúe viva para cuando los estudiantes regresen.
Este año se quema un ninot
Este año, además, el Pi de Nadal incorpora un elemento excepcional: la quema de un ninot, algo poco habitual en este acto. El elegido es el ninot de Josephine Baker, una figura con una fuerte carga simbólica. La decisión no es casual. “Los ninots nacen para quemarse”, explican desde el gremio. “Hay muchos que acaban almacenados, mal conservados, cuando su final natural debería ser el fuego”. La quema se convierte así en un gesto reivindicativo, fiel al sentido último del arte fallero.
El diseño del Pi de Nadal de este año dialoga directamente con ese ninot. Inspirado en la estética art déco, presenta formas triangulares y romboidales, líneas doradas y una estructura completamente realizada en madera, apostando por la sostenibilidad. Ya no se trata de un pino natural, sino de una interpretación simbólica que mantiene la esencia de la tradición adaptándola al presente.
La cita tendrá lugar este viernes en la Ciudad del Artista Fallero. La plantà del Pi de Nadal se realizará a las 8:00 de la mañana, dando inicio a una jornada de convivencia en la que los miembros del gremio compartirán mesa y celebración navideña. Por la noche, a las 21:00 horas, llegará el momento más esperado: la quema del pino y del ninot, poniendo el broche final a una tradición que, una vez más, se niega a desaparecer.
Porque el Pi de Nadal no es solo un acto festivo. Es memoria, oficio, relevo generacional y comunidad. Y este año, más que nunca, es también un recordatorio de que las tradiciones solo sobreviven cuando alguien decide cuidarlas.















