El fin de las vacaciones de verano y de las Fallas ha dejado imágenes de algunas calles de Valencia vacías. Los turistas se van y algunas vías del centro de la ciudad se quedan desiertas. Es el resultado a la cantidad de alquileres turísticos que habitan la capital del Turia.

En la ciudad de Valencia hay más de 5.000 de estos apartamentos, pero a través de las plataformas de alquiler se ofertan miles de viviendas irregulares. María José Broseta, presidenta de la federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia, alerta de que la «sobresaturación» se da en toda la ciudad. «Sobre todo en los barrios del centro como Ciutat Vella o Ruzafa».

Los alquileres turísticos o vacacionales suponen una lacra para los vecinos. Muchos cuentan que no respetan las normas de convivencia. «No sabes quien entra y quien sale», explica uno de los afectados. «Son gente joven que monta fiestas», denuncia un residente.

La convivencia con los inquilinos puede convertirse en un mal menor. Cada vez más, las familias se ven obligadas a abandonar sus hogares de toda la vida. Los propietarios prefieren dedicar los inmuebles  a alquileres estacionales. «Sacan a las personas de sus casas», denuncia Broseta.

La pandemia del coronavirus ha pulsado el freno a la proliferación de alquileres particulares pero las grandes promotoras avanzan y apuestan por las viviendas turísticas. Destinan bloques enteros de edificios enteros a apartamentos vacacionales. Cuando se dispara la oferta de los alquileres vacacionales, la de los residenciales disminuye. En consecuencia, los precios del alquiler residencial se disparan. 

La solución pasaría por una regulación más estrictica, según Broseta. Desde la concejalía de Vivienda se aborda el problema de la oferta y se pretende aplicar un veto a los bloques enteros de apartamentos en las zonas más afectadas.