Belén, donde nació Jesús, es una ciudad en medio de una zona de guerra que no siempre se puede visitar en paz. Bet-Lehem, Casa del pan, está a 10 kilómetros de Jerusalén. Es una ciudad radiante de luz, encantadora; allí siempre es Navidad. Sus habitantes son árabes. Todo Belén es un hermoso santuario lleno de numerosos campanarios donde la fe cristiana invita a descubrir la grandeza de Dios en aquel Niño.
Jesús nació en Belén -así lo afirman los Evangelios- en tiempos del rey Herodes, bajo el imperio de César Augusto, en un establo. Todo Belén es un hermoso santuario, lleno de campanarios, tiene una gran plaza, llamada del Pesebre, la mayor de Belén y nos encontramos ante la basílica de la Natividad. Se alza sobre la Gruta del Nacimiento.
Da la impresión de encontramos ante una fortaleza dada su austeridad y la dureza de sus centenarios muros. Tres campanarios despuntan de la basílica, pertenecen a las tres confesiones que custodian aquel lugar santo: católicos, griegos y armenios.

La Basílica de Belén es la más antigua de Tierra Santa; no fue destruida. Es la misma que hoy podemos admirar 1.500 años después de su construcción. La Basílica propiamente no tiene fachada. Es un muro de protección de aspecto austero del tiempo de los cruzados, apuntalado por dos gruesos contrafuertes.
Llama mucho la atención su puerta, muy pequeña (1,34 m. de alto por 0,80 cm. de ancho), formada por tres piedras monolíticas; es la única por la que se puede entrar, desde la plaza a la Basílica. Miras hacia arriba y descubres la existencia de la puerta original del siglo IV, y algo más abajo, la ojiva de otra posterior, siglo XII, que fue suplida por la actual del siglo XVI. El reducir el tamaño de la puerta se debe al afán de evitar que las hordas de forajidos y la brutalidad de los turcos, convirtieran la iglesia en establo, por lo menos los caballos no podían entrar.

La Gruta tiene forma rectangular, de 12 por 3,5 metros, sus paredes recubiertas por telas orientales, techo humeado y cirios encendidos, ambientan el lugar.









