El cielo está viviendo semanas de intensa actividad solar y fenómenos llamativos, como las recientes auroras boreales visibles, aunque de forma tenue, desde algunos puntos de España. Pero detrás de esa belleza también existe un riesgo real. Jordi Cornelles, presidente de la Asociación Valenciana de Astronomía, ha explicado en València en Abierto que una tormenta solar extrema podría tener consecuencias graves para la vida diaria.
Cornelles recuerda que ya existe un precedente histórico: el evento Carrington, ocurrido en 1859. “Si es un evento de ese tipo muy intenso, podría destruir prácticamente todos los sistemas electrónicos de la Tierra”, afirma. Aunque entonces apenas existía tecnología, la red telegráfica estadounidense quedó inutilizada. “Tú imagínate quedarte en segundos sin tecnología y volver a la era de piedra”, advierte.
La tormenta solar: un riesgo real, pero previsible
Pese a lo alarmante del escenario, Cornelles subraya que las grandes eyecciones de masa coronal pueden predecirse con margen suficiente. “El Sol está permanentemente monitorizado… sabemos cuándo se producen esas enormes llamaradas”, explica. Según indica, los expertos dispondrían de 24 a 48 horas para proteger sistemas y satélites antes de que la energía alcanzara la Tierra.
El riesgo es mayor en periodos de actividad solar intensa, como el actual. De hecho, esta misma fase es la responsable de las auroras boreales observadas recientemente en España, aunque Cornelles aclara que “hay que rebajar las expectativas”, porque en nuestras latitudes se perciben como “tonalidades rojizas muy tenues”.
Contaminación lumínica: el otro gran enemigo del cielo
Más allá de las tormentas solares, Cornelles denuncia un problema constante: la contaminación lumínica. “Más del 80% de la población mundial no puede ver un cielo estrellado ni la Vía Láctea”, lamenta. Y no solo afecta al disfrute: “Está impidiendo a los científicos realizar bien su trabajo… cientos de trazas de satélites se interponen en sus imágenes.”
Aun así, en la Comunitat Valenciana todavía quedan enclaves privilegiados, como Aras de los Olmos, donde la Asociación Valenciana de Astronomía y la Universitat de València mantienen observatorios activos para investigación y divulgación.

Las leónidas y el encanto científico de las lluvias de estrellas
Cornelles recuerda que fenómenos como las perseidas o las leónidas —que alcanzan su pico estos días— tienen una explicación simple pero fascinante: “Son partículas diminutas, muchas del tamaño de un grano de arena, restos de cometas que la Tierra barre en su trayectoria.” Cuando una de estas partículas entra en la atmósfera, lo hace “a más de 250.000 km/h”, provocando la luz que vemos como estrella fugaz.
El presidente recuerda que cada mes hay lluvias de meteoros y que noviembre no es la única cita: “Aunque nos perdamos esta, tendremos muchas más oportunidades de disfrutarlas”.
Entre bulos, ciencia y fantasía
Cornelles señala que la astronomía convive con la fascinación popular, pero también con numerosos mitos: desde la influencia de los astros en la vida cotidiana hasta alarmas infundadas sobre asteroides. “No tenemos constancia de que haya ninguna roca que vaya a impactar”, asegura. También resta importancia a teorías que atribuyen origen extraterrestre a algunos objetos, como el caso del cometa 3I Atlas: “Es un cometa raro, sí, pero un cometa. No hay que darle más importancia”.













