En su nuevo showroom, recién terminado, Guillermo Catalá recibe con una sonrisa serena, mezcla de orgullo y emoción. Es el director de Compañía Valenciana de la Seda y la octava generación de una saga que lleva más de dos siglos tejiendo la historia textil de València. A punto de cumplirse un año de la DANA que devastó parte de la ciudad y su fábrica, hace balance de un periodo que califica de “intenso, duro y lleno de aprendizaje”.
“Ha sido un año complicado, intenso, con muchas fases: desde que pasa todo hasta que empiezas a limpiar, luego construir, volver a producir… y finalmente decir: he vuelto a la vida. Ha sido un año muy intenso, pero se han hecho muchísimas cosas”, resume.
Catalá recuerda el 29 de octubre de 2024 con una mezcla de alivio y tristeza. “Aquel día no llovía, no pasaba nada. Nos fuimos todos a tiempo y no lo vivimos aquí presentes. Afortunadamente nos salvamos todos. Pero al día siguiente empezó el desastre de todo”.
Lo que se encontraron al regresar a la fábrica fue desolador. “Las telas de toda la Corte Mayor estaban tejidas, perfectamente colocadas encima de la mesa, pero todas embarradas. Esa imagen no se olvida”.
Entre esas telas estaban los encargos para Berta, la fallera mayor de València, que había visitado la empresa apenas una semana antes para elegir su espolín. “Berta fue fantástica. Muy paciente y muy humana. La primera tela que tejimos en la nueva fábrica post-DANA fue precisamente su tela de la Crida. Fue muy simbólico, una forma de decir: seguimos aquí”.

“No hay mal que por bien no venga”
Catalá se muestra optimista. “Nosotros hemos hecho valer la expresión de no hay mal que por bien no venga y la hemos convertido en realidad”, afirma.
La DANA les obligó a empezar desde cero, pero también a modernizar toda la maquinaria. “No se salvó ningún telar mecánico, hubo que desguazarlos por completo. Ahora todos los telares son de última generación. Tenemos una fábrica con mucho más músculo, más potente y moderna que nunca”.
A nivel industrial, asegura, están “mucho mejor que antes”.
“Ha sido durísimo, pero nos ha servido para replantear la empresa y apostar por la innovación. Hoy tenemos una fábrica más preparada, más fuerte y más sostenible”.
“Esta empresa ha sobrevivido a guerras, pandemias y riadas”
La historia de Compañía Valenciana de la Seda es la de la resistencia. “Somos la octava generación. Hemos vivido una DANA, una pandemia… otros vivieron guerras civiles y mundiales. Aquí ha pasado de todo, pero la clave es siempre mirar al futuro”, reflexiona Catalá.
En el terreno económico, admite que “dimensionar lo que ha pasado” fue complicado. “Al principio no sabes por dónde vas a ir ni qué vas a necesitar”, explica. “Sí que hubo una parte del Consorcio de Seguros que correspondió como debía ser, y algunas ayudas públicas, aunque ligeras. Pero la realidad es que el músculo financiero de la empresa y el apoyo del mercado fueron fundamentales”.

“El futuro se dibuja con optimismo, ambición y mucha actitud”
De cara al futuro, Catalá se muestra esperanzado: “Somos optimistas y ambiciosos, pero también prudentes. En el sector de la indumentaria tenemos mucha demanda, trabajamos con nuevas colecciones, productos y materias primas. El futuro se dibuja con optimismo y realismo: habrá años mejores y peores, pero vendrán buenos tiempos, sin duda”.
Antes de despedirse, lanza un mensaje de ánimo a quienes todavía están recuperándose:
“Sin duda, actitud. He comprobado el ADN valenciano en compañeros y vecinos que han pasado por lo mismo. Muchos hemos dicho: para adelante. La vida se trata de saber levantarse, mirar al futuro y agradecer. Porque esto no lo hace uno solo: lo haces con el apoyo de amigos, voluntarios, fundaciones y gente que te tiende la mano”.












