Chelva, Valencia

En lo alto de la comarca de Los Serranos, a poco más de una hora de Valencia, se esconde Chelva, un municipio que guarda un tesoro histórico único en la Comunitat Valenciana: la Ruta de las Tres Culturas, un recorrido que invita a descubrir la huella viva de las civilizaciones árabe, judía y cristiana en su casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural.

Este viaje por el tiempo no requiere máquina del tiempo, solo buen calzado y ganas de perderse entre callejones blancos, pasadizos estrechos y muros que susurran siglos de historia.

Un paseo por Benacacira, el barrio morisco

Benacacira, barrio morisco de Chelva
Benacacira, barrio morisco de Chelva

La ruta comienza en Benacacira, el antiguo barrio árabe fundado en el siglo XI. Sus calles, estrechas y laberínticas, recuerdan a una medina marroquí. Los arcos que conectan viviendas, los patios interiores y las fachadas encaladas conservan aún la esencia del urbanismo islámico. Aquí, cada rincón habla de un modo de vida que perduró durante siglos, hasta la expulsión de los moriscos.

El Azoque: la huella sefardí

Así es el pueblo marroquí que esconde Valencia
El Azoque, el barrio judío

A escasos metros, aparece el Azoque, el barrio judío, más pequeño pero no menos evocador. Enclavado entre Benacacira y el barrio cristiano, este antiguo espacio sefardí conserva el trazado irregular de sus calles, pasajes sin salida y nombres con reminiscencias medievales. Aunque apenas quedan restos materiales, se respira una atmósfera de recogimiento, como si el tiempo aún perteneciera a otra era.

El Arrabal: la presencia cristiana

El barrio cristiano de las Ollerías
El barrio cristiano de las Ollerías

La ruta culmina en el Arrabal, el barrio cristiano medieval, de calles más amplias y edificios con arquitectura gótica y barroca. Aquí se alza la imponente Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, construida sobre una antigua mezquita, y varias ermitas que dan fe del fervor religioso de siglos posteriores a la Reconquista.

A través de su Ruta de las Tres Culturas, Chelva invita a mirar atrás no con nostalgia, sino con la certeza de que el legado compartido puede seguir latiendo en cada piedra, en cada calle encalada, en cada sombra que proyecta el sol sobre sus muros.