
Tiempo hace desde que cuesta discernir la realidad de la ficción en los premios del cine español. Después de un evento interminable que daría para un guión de Berlanga, da lugar a preguntarse si el sainete izquierdista trataba de paliar la insulsa presentación de la gala o simplemente era un reflejo de decadencia moral e ignominia.
Desde el inicio, el evento ya apuntaba maneras con el “free palestina” de Miguel Ríos, tan sobrante como metido con calzador, que ya dejaba claro que la noche prometía. Aparenta incluso que la izquierda del caviar se retroalimenta a sí misma escuchando después los sazonados discursos ultra de los premiados Salva Reina, Eduard Fernández o Carolina Yuste. Esta entelequia alejada de la realidad social invisibiliza a miles de cineastas de a pie que no comulgan con estos discursos, más de los que imaginamos. Atrás queda la época en la que los Goya eran el escenario para honrar profesiones dignas y respetables, tratando la meritocracia , el esfuerzo y la pasión por una labor honesta.
Mención especial merita la intervención de la catalana Eva Valiño, galardonada con el premio a mejor sonido. Con una extravagante postura filocomunista del puño en alto y un fondo casi más mezquino que sus palabras abanderando la okupación ilegal. Era notorio que de sus gestos se desprendía el resentimiento y la sádica satisfacción de quien disfruta ejerciendo su influencia despótica.
El manuscrito mensaje del aclamado Pedro Almodovar, un experto conciliador, fue la guinda del pastel para una escena marcada por la decadencia moral y la completa falta de escrúpulos por cualquiera que no comulgue con la doctrina. Por mucho que se abandere el amor, la tolerancia, la diversidad… el fondo del discurso encarna el odio, el fanatismo y el antiliberalismo más rancio y bolivariano. Dicho de otra manera, el monstruo son ellos.
Recordando a Rajoy con el famoso “construir máquinas para que construyan máquinas” , pues los monstruos de extrema derecha , como así les llaman , surgen como respuesta a otros monstruos, en este caso la aberrante izquierda radical que representa este clan. El mundo woke se empecina en alimentar a su tan temido adversario, porque cuanto más lo critican más lo engordan ¿con que objeto? Empiezo a pensar que simplemente tratan de vertir bilis para paliar sus frustraciones personales o que es un pueril pataleo al ver que están perdiendo el relato.
Sin comulgar con la derecha populista tan denostada en dicho evento, puedo comprender que haya gente que tenga ganas de respaldarla, como respuesta a la soberbia e intransigencia moral de la progresía mediática, aunque no sea el camino adecuado. En resumen, estamos viviendo un cambio de sistema sociológico propulsado por el rechazo que causa la izquierda intolerante, que a su vez es una fábrica de derechistas intolerantes.
Afortunadamente la gala finalizó con la victoria de ‘La Infiltrada’ como mejor película, y el brillante discurso de Maria Luisa Gutierrez. La productora defendió su película como una oportunidad para que no se olvide el terrorismo que hemos sufrido como país y que ahora se blanquea. Tras ello ha sido acusada de fascista por quienes se comportan como verdaderos fascistas. En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario decía Orwell.
El punto agridulce del desenlace vino por la inédita división del premio en dos, otorgando también la condición de mejor película a ‘El 47’, algo que nubló, a mi juicio intencionadamente, el discurso contra el terrorismo etarra. El régimen, más conocido como academia, no podía tolerar que una película que blanquea el racismo catalán se quedase fuera del podio ni que el sentido común venciese al dogma ideológico.











