Son una estampa habitual de las calles valencianas y también un refugio para los días más calurosos del año gracias a la sombra que proporcionan. Los naranjos, sello distintivo de Valencia, lucen ahora mismo en su máximo esplendor, repletos de frutas. Y seguramente más de una vez haya surgido la duda: ¿son comestibles estas naranjas que están al alcance de la mano?
La respuesta, quizás desconocida, es que no son aptas para el consumo humano. Existen 12.000 naranjos en la ciudad valenciana y se estima que producen hasta 400.000 kilos al año de esta fruta. Sin embargo, esta nunca llegará a comercializarse. La razón es que son naranjas puramente ornamentales. Su sabor amargo dista del que sí tienen las naranjas en los supermercados o fruterías.
Por otra parte, consumir estas naranjas “sin coste” de la vía pública podría ser perjudicial para la salud. La piel del fruto absorbe los gases tóxicos derivados de la contaminación en las ciudades.
Además, la calidad del suelo y la tierra también influyen en el desarrollo del árbol, que podría no contar con los criterios sanitarios necesarios. Los expertos desaconsejan incluso emplear la piel para hacer mermelada de naranja amarga.
Sergi Campillo, vicealcalde y concejal de Ecología Urbana, ha asegurado que «la caída azarosa de estos frutos genera problemas de suciedad e incluso algún accidente, por lo que es necesario retirarlos de las vías».
Una segunda vida para las naranjas valencianas
Cada año durante enero y febrero, el Servicio Municipal de Jardinería comienza su campaña de retirada de las naranjas. Este procedimiento puede ser tanto manual como a través de una técnica mecánica. Los tractores empleados cuentan con un sistema de vibración que reduce las jornadas de trabajo y proporciona mayores rendimientos sin dañar los árboles.
Así, los 30 operarios de esta campaña trabajan ya en los diferentes distritos municipales para mantener la habitabilidad de la ciudad. Cuentan con 18 medios mecánicos, entre tractores, camiones y furgonetas, tal y como informa el Ayuntamiento de Valencia.
Después de su retirada, las naranjas se envían a la planta de tratamiento de residuos de la EMTRE de Hornillos. Con ellas se crea un compost para reintroducirlo en la agricultura de proximidad. Así, este fruto tiene una segunda vida contribuyendo a una economía circular y sostenible, atributos hoy en día esenciales.