Patos, jabalís y flamencos destrozan los arrozales de la Albufera
Una piara de jabalíes en un arrozal de la Albufera. / AVA-ASAJA

Las bandadas de flamencos rosas acaparan estos días la atención en el parque natural de la Albufera, tanto por su gran belleza como por los graves daños que causan en los campos recién sembrados de arroz. Sin embargo, los flamencos no son los únicos animales silvestres que preocupan al sector agrario.

La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) advierte de los perjuicios no menos negativos que provocan los patos, así como de la irrupción cada vez más evidente de los jabalís en los arrozales.

Anoche fueron fotografiados una decena de jabalís en un campo situado cerca del parque de bomberos de El Saler. El responsable de la sectorial del arroz de AVA-ASAJA, José Pascual Fortea, ha señalado que «las piaras de jabalís, que crían y se multiplican muy deprisa, están llegando a los arrozales desde los campos abandonados más cercanos y la Dehesa de El Saler, donde debido a la sequía y los incendios el bosque no les provee suficiente agua y comida».

Según ha explicado, el principal daño que pueden provocar sobre el cultivo «consiste en que los jabalís se revuelquen en campos ya espigados, causando la muerte de las plantas y la pérdida de la producción en las zonas afectadas«.

En cuanto a los patos y otras aves como el calamón común o ‘gall de canyar’, AVA-ASAJA ha venido denunciando durante muchos años sus constantes ataques no solamente sobre los arrozales del parque, sino también contra los huertos de los municipios lindantes.

RECLAMAN COMPENSACIONES ECONÓMICAS PARA LOS AGRICULTORES

Esta campaña la organización agraria ya constata los primeros destrozos en varios campos de arroz, lo que obligará a los agricultores a resembrar y, por tanto, asumir importantes sobrecostes.

AVA-ASAJA insiste a las administraciones en que establezcan una línea de compensaciones dirigida a los agricultores, en este caso a los arroceros, para aliviar las pérdidas sufridas por la fauna salvaje.

Fortea subraya que «si queremos disfrutar de un parque natural en el que convivan fauna y agricultura, la sociedad y la clase política han de saber que eso tiene un coste y que es necesario compensar económicamente a las personas que más contribuyen a la preservación del paraje y, a su vez, se ven más perjudicadas por esta situación, es decir, los arroceros».