El Ayuntamiento de Quart de Poblet ha aprobado solicitar a la Generalitat, a través de la Agencia Valenciana de Turismo, la declaración de la Passejà de Sant Onofre como Fiesta de Interés Turístico de la Comunidad Valenciana de ámbito autonómico, dada la singularidad y el arraigo de esta celebración, que se remonta al año 1723.

Este trámite era necesario antes de remitir a la administración autonómica el proyecto, elaborado por la Conejalía de Turismo, que dirige Maite Ibáñez, con el que el municipio aspira a un reconocimiento que tiene el aval de otras localidades valencianas, entre ellas Elx, cuya festividad más significativa, el Misterio, fue declarada por la Unesco Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

La Passejà es una procesión votiva de la que, según se recoge en el proyecto de la solicitud a la Agencia Valenciana de Turismo, se han encontrado referencias documentales en periódicos que se remontan, incluso, al siglo XIX, el más antiguo un ejemplar de La Unión Católica de 1880. Se celebra en la noche del 9 al 10 de junio y se caracteriza por varios elementos que la hacen peculiar y seña de identidad propia de Quart de Poblet.

El primero es la figura de san Onofre, que es paseado por las calles del pueblo. Su anda, denominada cariñosamente «la coveta», representa el momento en que el santo ermitaño recibe la comunión de manos de un ángel en su cueva. Está fechada en 1941 y su autor es el escultor valenciano Rafael Pérez Contel. Esta imagen es réplica de otra más antigua, probablemente del siglo XVII, destruida en la Guerra Civil.

En segundo lugar: la participación popular, representada por el Ayuntamiento y los vecinos y vecinas que acompañan al santo, detrás del anda, de manera informal y distendida.

La pólvora, con las ruedas de fuego que se realizan en determinados puntos del recorrido, y con la fila de coheters de la asociación Amics de la Passejà, que encienden luminarias y cohetes de salidas, sujetados con unas tenazas de madera, así como la música, tanto del grupo de tabal i dolçaina que abre la procesión como la banda que la cierra, contribuyen a señalar el carácter festivo del acto.

El nacimiento de la Passejà se remonta al siglo XVIII. Cuentan los mayores que al finalizar la primavera de 1723 la situación de los labradores de Quart de Poblet, que eran la mayoría de los habitantes del pueblo, era desesperada. Había una gran sequía y los meses de lluvia habían pasado sin dejar casi agua. El río, además, apenas llevaba caudal, y las acequias hacía días que no portaban agua.

Por esta razón, cuando en la noche del 9 de junio se arremolinaron las nubes de tempestad, en muchas casas empezaron a dar gracias a san Onofre por haber escuchado sus peticiones y no haber abandonado a sus hijos de Quart en esa situación angustiosa. Pero la alegría en seguida se convirtió en un grito de desesperación cuando empezaron a caer en las calles del pueblo gordas piedras de granizo: Si las cosechas estaban debilitadas, aquella piedra sería la perdida completa y el paso al inicio de una temporada de hambre. Los labradores salieron en plena noche a los campos para tratar de salvar lo que se pudiera. Allí, en la huerta, se percataron de que mientras al pueblo continuaba cayendo la piedra, en los campos sólo llovía agua beneficiosa.

En seguida, entendieron que eso era una señal de la protección del patrón del pueblo y, corriendo, se concentraron en la puerta de la ermita, y abriendo las puertas, sacaron el anda de viejo ermitaño para agradecerle su intervención milagrosa.