barcelona

Anotó Messi con el cronómetro prácticamente entrando en acción, es decir al filo del minuto diez de la confrontación. Y repitió Luis Suarez cuando el reloj bordeaba el minuto treinta del primer acto. No parece una tarea sencilla respirar en el Camp Nou, máxime cuando el F.C. Barcelona echa tierra por medio y amenaza con poner la directa y tomar carrerilla porque sus golpes suelen ser afilados y contundentes y van directos al mentón para dejar muy tocado deportivamente, pero también anímicamente, a su adversario. Y la amenaza parecía más que potencial porque cualquier cosa puede acontecer cuando Messi entra en contacto con el cuero para reverenciarlo y rendirle culto. Su sonrisa es asesina. Y en esa fase del duelo no había excesivos reproches que realizar al grupo dirigido por López Muñiz. Su actitud era incuestionable. No cayó en la depresión, ni entregó la cuchara sin ofrecer resistencia ante un rival de mil cabezas. El Levante se batía el cobre con fruición en un territorio históricamente hostil para sus intereses particulares y sombrío, por inaccesible, como recordó durante la semana que ya se oculta la gélida estadística. De hecho, Mascherano se materializó en el interior del área defendida por Ter Stegen en la epifanía de la cita para desbaratar dos ataques blanquinegros enlazados que generaron una sensación de inquietud y de relativa incertidumbre en una jornada marcada por el regreso de Dembélé al verde tras un prolongado ostracismo.El Levante no rehuía al choque. Y miraba a los ojos a su oponente.

Y Jefferson Lerma apareció embozado por las cercanías del área en una salida racial que había capitalizado Boateng. No obstante, el mediocentro colombiano erró en el disparo final en una llegada más que diáfana que aventuró más peligro en su creación que en el desenlace definitivo, Sin embargo, las dianas de Leo Messi y de Luis Suárez intimidaban y confirmaban en su máxima expresión el principio de desasosiego que acompaña a los partidos disputados en el feudo culé. Una mirada de Messi poder ser turbadora. El terror puede manifestarse en cualquier instante. Sucedía que restaba todo un océano por cruzar, cifrado en los términos que marca el paso de tiempo en una hora de juego, y había que discernir en ese instante cómo iba a metabolizar el colectivo levantinista la contundencia de los golpes. Aconteció que el Levante nunca estuvo de paso por la faz del coliseo azulgrana; nunca bajo la guardia, ni cruzó los brazos para perder el sentido de un partido repleto de complicaciones y de signo incierto.

Lo demostró en los minutos anteriores a los goles del Barcelona y confirmó este extremo cuando ya marchaba en franca desventaja en el marcador tras la sociedad conformada por Messi y Jordi Alba y Sergi Roberto y Luis Suárez. La aportación de los laterales no resultó testimonial en la configuración de los goles. El tercero fue prácticamente testimonial con el duelo ya tocando a su fin. El Levante sintió el infierno en sus carnes, pero fue capaz de darle esquinazo y contó con opciones para regresar al duelo y generar alboroto. Ter Stegen se interpuso entre Ivi y el gol en la reanudación y tiró de reflejos para señalarle a Shaq que la distancia entre el bien y el mal; entre la gloria y la desdicha es muy angosta. El lateral americano se plantó delante del arquero alemán. Fue una acción académica en su ejecución que la escuadra blanquinegra gestó desde la ortodoxia. El balón fue pasando entre las botas de los futbolistas granotas ante la mirada de los defensores locales. La velocidad fue una especie de patente.

Desde el costado izquierdo del ataque viajó hasta el espacio contrario. Por allí emergió Shaq para chocar con el cuerpo gigantesco de Ter Stegen. Las transiciones granotas generaron intranquilidad en el equipo local. El Levante, lastrado por las sanciones que pendían sobre las cabezas de Morales, Bardhi y Campaña, tres jugadores que no son residuales, se recompuso y recuperó parte de las credenciales que le identifican. Su espíritu y su ánimo fueron inquebrantables. Y nunca decayó. Fue un equipo solidario y gremial en el esfuerzo, físico, en la disputa por el cuero, e intenso de principio a fin. Nadie escatimó un gramo de esfuerzo. Sucede que el Camp Nou no basta con aplicarse con una atención suprema ante calidad de su oponente. Principalmente cuando ejerce Messi. Por el repertorio que ofreció tras posicionarse sobre el verde puede advertirse que el Levante mereció más. Quizas el Barça echara de menos el ancla que tira Busquets cuando se instala en la línea de medio. El Levante encontró en ese espacio agujeros por los que infiltrarse en busca de nuevas aventuras, si bien la falta de acierto lastró la argumentación expuesta.